miércoles, 13 de febrero de 2013

Entre recuerdos y pensamientos

¿Os acordáis del texto del que os hablé ayer? ¡Pues he conseguido recuperarlo! Se lo envié a unas cuantas personas para que me dieran su opinión y da la casualidad que una de ellas aún lo tenía guardado en la bandeja de entrada de su e-mail y me lo ha enviado.

Es un texto largo, un poco duro, pero bonito. En él se ve reflejado lo que quise decir ayer con lo de entrar al mundo interior de las personas y bucear en él.


¡Allá voy!

Vuelvo a mirar el reloj: son las cuatro y media de la mañana y todavía no he conseguido dormir. Llevo un buen rato dando vueltas en la cama, me pongo de un lado, del otro, pero nada, el sueño no viene. Lo peor de estas noches de insomnio es que me pongo a pensar y a pensar… Mi mente divaga entre recuerdos y pensamientos. A la una he apagado la luz, después de intentar dormir por medio de la lectura. Ya doy por perdida la noche porque en tres horas me levanto para seguir con la rutina diaria.

Cada día suena el despertador a las siete y media de la mañana. Me levanto y, mientras se hace el café y se tuesta el pan, me arreglo para ir a trabajar. Después de desayunar (un café con leche y dos tostadas de pan con aceite), salgo de casa y voy a la estación más cercana para coger el tren que me deja cerca de la oficina a las nueve de la mañana. Desde hace unos meses trabajo en el departamento de marketing de una editorial. A las dos del mediodía hago un parón para comer en el bar de enfrente con mis compañeros de trabajo. Por la tarde trabajo de tres a seis. Después suelo ir al gimnasio que hay en mi barrio. Entre una cosa y otra, llego a casa sobre las nueve de la noche. Me hago la cena y, después de cenar, me pongo a leer en el sofá del salón, no me gusta ver la televisión si no dan una buena película o una buena serie. A las once y media me meto en la cama. Los fines de semana son para hacer las tareas del hogar, descansar y estar con los amigos y la familia.

Mis padres viven a diez minutos de mi casa, solemos comer juntos los domingos con mis tres hermanos mayores y sus familias. Mis problemas con ellos empezaron cuando, al acabar el colegio, decidí estudiar Administración y Dirección de Empresas. No entendían por qué no quería hacer Derecho y entrar a formar parte del bufete de la familia, tal y como mis hermanos habían hecho. Pero yo no me sentía atraída por ese futuro tan prometedor y decidí decantarme por otra cosa. Al acabar la carrera, encontré trabajo en el departamento de contabilidad de una redacción periodística y empecé a salir con un compañero de la universidad. Otro enfado más con mi familia: no aprobaban ni mi trabajo ni mi relación sentimental. Consideraban que yo merecía algo mejor, pero no les hice caso y me alejé de ellos para evitar enfados y discusiones, me independicé. Al cabo de un tiempo, él me abandonó por otra mujer, una compañera de trabajo.

Esa ruptura marcó un antes y un después en mí: decidí dar un nuevo aire a mi vida. Me mudé al piso donde vivo ahora y encontré un nuevo trabajo en la editorial. En el ámbito familiar, las tensas relaciones pasaron a ser más cercanas. Sorprendentemente, mis padres y mis hermanos me recibieron con los brazos abiertos. Actuaban como si no hubiera pasado nada, como si nunca nos hubiéramos distanciado. La verdad es que siempre se lo agradeceré.

Pero yo aún sigo pensando en él y muchas veces me pregunto: ¿me quiso realmente? Si es que sí, ¿por qué me engaño con otra mujer? Si es que no, ¿por qué estaba conmigo? ¿Seré yo la causante de que él me haya engañado? No consigo olvidarlo y, sobre todo, no logro aceptar que el hecho de que él se haya ido de mi vida para estar con otra mujer. ¿Cómo será ella?

¡Basta! Esto es algo que debo superar, no puedo seguir así porque sólo puede hacerme daño. Aunque pensándolo bien, creo que yo fui la que apostó más por nuestra relación, la que se sacrificó para que saliera todo bien. Él apenas hizo nada. ¿Por qué me sorprendo de que no fuera como yo esperaba? La pareja es una cosa de dos, sino no funciona. Ahora que lo pienso, hace mucho que no sé nada de él.

Si no hubiera visto en su teléfono móvil los mensajes de esa mujer, no habría descubierto la infidelidad. Sé que no tendría haberlo hecho, que no está bien mirar lo ajeno, pero tenía mis sospechas y quise asegurarme. Evidentemente, cuando le dije que sabía que me estaba engañando, él lo negó, me dijo que estaba loca, que cómo se me había ocurrido pensar eso. Después de una larga y dolorosa discusión, decidimos tomar caminos separados. Él se iría con ella, por supuesto, pero yo… yo me quedaría sola y destrozada. Esa misma noche volví a casa de mis padres, después de mucho tiempo sin vernos.

Mis pobres padres sólo querían hacerme ver lo equivocada que estaba al mantener esa relación con él. Percibían que acabaría mal. Y yo lo único que hacía era ignorarlos y alejarme de ellos. ¿Por qué no les hice caso? Creo que sólo fue para llevarles la contraria, como una adolescente. Si les hubiera escuchado y les hubiera hecho caso, ahora mismo no estaría despierta, dando vueltas en la cama, con la cabeza llena de recuerdos y pensamientos.

Pero he de reconocer que, si he logrado salir adelante, ha sido gracias a la ayuda de mis padres, mis hermanos y mis amigos (no los que compartía con él, sino los de toda la vida). Todas esas personas de las que me alejé porque no entendían mi actitud. Jamás me han reprochado ni me han echado en cara lo mal que me porté con ellos.

A veces me pregunto si estoy preparada para empezar una nueva relación. No lo sé, sufrí tanto con ese engaño que no tengo ganas de conocer a más chicos. Mi madre me anima a que salga, a que cambie de aires… pero no tengo ganas de nada. Sí, sí, ya sé que no es bueno y que sólo puede hacerme daño, pero todavía es tan reciente…

Por enésima vez, miro el reloj: son las seis de la mañana. Decido levantarme, estoy cansada de dar vueltas en la cama sin poder dormir. Cojo la novela que dejé en la mesilla de noche a la una y me voy al salón, donde, tumbada en el sofá, me tapo con una manta para seguir leyendo.

Otra noche de insomnio por su culpa pero estoy decidida a que sea la última. Quiero empezar de nuevo y volver a sonreír, pero sobre todo, volver a ser feliz.

4 comentarios:

  1. Muy bonito Fátima! No dejes de escribir!!

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  2. Me ha gustado mucho Fátima! Muy ligero y "fresco". Avisa cuando publiques un libro!!

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    1. ¡Muchas gracias, Mariona! Pues de aquí a que escriba un libro... ¡Pero ya te avisaré cuando lo haga!

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